La marca, en sus inicios, representaba la consistencia y la calidad de los productos domésticos. En momentos de desconfianza en el producto, la imagen de la marca era lo que ayudaba a que éste se sostuviera.
Hoy en día las marcas son un elemento dominante, ya no sólo sostienen la imagen del producto, sino que también sostienen nuestra propia imagen. A este proceso de demostración que acompaña al producto y que nos acompaña a nosotros mismos se lo conoce como branding. El branding nos permite definirnos y que los demás nos identifiquen en una u otra categoría. Actualmente es imposible medir la influencia social y cultural que están teniendo las marcas, incluso quienes dicen no tener nada que ver con las marcas, se encuentran finalmente atrapados en ellas. De hecho, se dice que éstas constituyen la mayor aportación que ha hecho el comercio a la cultura popular.
Hay que decir, en su favor, que las marcas gustan. Somos los consumidores quienes decidimos qué marcas triunfan y cuales caen en el olvido. Esto viene a decir que las marcas no las controlan los responsables del marketing, sino que las controlamos nosotros mismos con el consumo que hacemos de éstas.
Ocurre por lo general que el poder de las marcas no deriva de lo que son, sino de lo que representan. Por ejemplo; Un limpiador del aeropuerto Banjul de Gambia ahorra para poder comprarse unas Nike para decirse a sí mismo y a los demás que ha conseguido hacerse con algo del glamour y de la moda del mundo de los ricos. Para este hombre las zapatillas son un elemento simbólico, más que funcional; se han convertido en un icono.
En ocasiones las marcas consiguen una "extensión de la marca" y abandonan el producto que representaban para abarcar mayores campos. Marlboro es un ejemplo de una marca que ha pasado de los cigarrillos, a la ropa para hombres de campo que fuman cigarrillos.
En estos tiempos de materialismo y consumismo las grandes marcas han conseguido una fidelidad por parte de sus consumidores, que podría equipararse a la de una creencia religiosa. Esto lo consiguen tratando las emociones del consumidor.
Algo similar ocurre con las ONG, su éxito se basa en llegar a las emociones de la gente. Utilizan la Navidad para que seamos felices con nuestras familias y caritativos con las organizaciones benéficas.
El branding ha llegado a tales esferas que incluso en la literatura actual se utiliza como estrategia para definir el mundo actual de una forma rápida y directa. Saul Bellow utilizó las marcas para crear la identidad de sus personajes.
En conclusión, en un mundo de competidores, las marcas ayudan al ser humano a definirse y a crear su identidad.
En mi opinión el branding ha llegado demasiado lejos. Esta sociedad de consumismo está empezando a consumirse por sí sola. Como dice Frédéric Beigbeder en 13'99€ (libro que os recomiendo); "Cuando a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume."
Kira Díez Intxaustegi
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